En Medellín, las Madres de la Candelaria protestan por los miles de hijos desaparecidos. Todos los miércoles frente a la Iglesia que las nombra.
“¡Los queremos vivos, libres y en paz!,” gritan María Elena Toro y las demás madres mientras caminan en círculos frente a la Iglesia de la Candelaria en el bullicioso centro de Medellín, la segunda ciudad de Colombia con más de dos millones de habitantes. Como todos los miércoles al mediodía, protestan por sus hijos desaparecidos, de los miles y miles que hay en Colombia, donde la sucesión de guerras civiles ha tornado a la gente temerosa y a las víctimas invisibles.
“¡Basta ya de secuestros y desapariciones! ¡Ven, haz algo, di algo, para que no te toque a ti!”, repiten las madres a coro. Con sus camisetas blancas y sus consignas sentimentales, ellas se han hecho oír: “¡Nos duele la maldad de los malos, pero más nos duele la indiferencia de los buenos!”